Una hermosa tarde de otoño, soleada y cálida, Marinka se sentó en el pastito del patio de su casa, a la sombra de su querido amigo Nogal. Desde allí podía mirar el arroyo que pasaba justo enfrente. En el aire se sentía calma, acompañada de algún benteveo cada tanto. Marinka muy callada podía escuchar el agua que hacía gorjeos entre las piedras. Se sintió muy relajada y recordó la clase de valores en la que habían estado armonizando, sintiendo la tierra bajo los pies. Así que respiró y cerrando los ojos volvió a sentirla.
– Mmm – dijo- ojalá pudiese…
-¿Qué? – preguntó una voz resonante que nunca antes había oído.
Marinka sorprendida miró para todos lados, pero no pudo ver a nadie más. Debe ser algún perro pensó, y volvió a sentir sus pies descalzos en la tierra y a cerrar los ojos. Pero ni bien apoyó los pies nuevamente una gran voz, esta vez más fuerte, dijo:
– ¡Soy yo quien te habla! – Marinka sorprendida, miró buscando en todas las direcciones, esa voz… le sonaba, pero… ¿de dónde venía?
-Estoy acá, ¡a tus pies!, -replicó la voz con calma.
Marinka con mucho sobresalto exclamó:
– ¡Tierra! ¡Tierra querida! Estaba pensando…-
-Si ya se, que querías hablar conmigo, y…¡ te escuché!
-Pero ¿cómo?, ¡si no alcancé a decir nada! -Replicó Marinka que siempre sabía muy bien las cosas que decía y las que no.
-Bueno- dijo Tierra- yo puedo escuchar los sentimientos de las personas…
-¿…y eso? ¿Cómo es?- inquirió Marinka que quería siempre aprender algo.
-Es muy simple, te lo voy a explicar.
-Soy toda oídos- dijo Marinka mientras se colocaba el pelo tras las orejas.
Entonces Tierra preguntó: -¿De dónde viene tu cuerpo?
-Bueno…- Pensó Marika -viene de mi mamá, de su panza… y también de mi papá, creo…
-Sí, bueno, pero… ¿eras de este tamaño cuando naciste?-preguntó otra vez Tierra
Y… no. Bueno, tomé mucha leche, y también como bastante… al menos eso dice mi mamá.
-¿Y la leche? -volvió a preguntar Tierra como sin apuro.
Pero Marinka estaba muy intrigada y tanta pregunta de la comida no le parecía relevante.
Entonces dijo –Bueno, la leche viene de la vaca, y la comida de la vaca viene del pasto, y… el pasto…
-Ah!!! El pasto de la tierra! Bueno, y eso ¿qué tiene que ver con que escuches lo que siento?
Bueno, te lo digo así:
-Yo soy un ser creado de Dios, para sostener a todos los seres en mí. Todos los seres que viven en Tierra, están hechos de mí. Ellos comen mis plantas que se alimentan de mí, que se apoyan en mí y yo los amo y los sostengo porque Dios me dio ese trabajo tan hermoso.
-Pero… ¿cómo no me di cuenta antes? -preguntó Marinka que escuchaba con mucha admiración y sorpresa. También sentía mucho amor y respeto.
Tierra, con mucha ternura le contestó:
-Cuando las personas de este planeta vivían en la naturaleza, ellas adoraban todos mis regalos: las flores, los árboles, los paisajes, las piedras, el alimento… Y siempre me agradecían y me hacían ofrendas reconociendo mi trabajo y amor por ellos, que no es otro que el amor de Dios. Sin embargo con el tiempo y la civilización, se fueron creyendo que todo venía de sus manos, de los paquetes, de los envases de plástico y poco a poco se olvidaron que todo, pero todo, todo, viene de mí.
-Oh Tierra, qué descuidados hemos sido- replicó Marinka sobrecogida, y se tiró al piso para abrazar la tierra con sus manitos bien pequeñas.
-Yo también te amo- le dijo Tierra, y una hermosa flor comenzó a crecer en donde Marinka estaba abrazando la tierra y le acarició su mejilla.
Marinka, agradeció a Tierra por esta conversación tan hermosa. Corrió hasta su casa para contar a Mamá lo que había sucedido y se encontró con la mesa de la cena ya servida. Fue entonces que contando a su familia lo que había sucedido, todos juntos agradecieron muy felices el alimento a Tierra, y a Dios que nos dio Tierra tan amorosa como sólo Dios puede dar.
Autor: Alex Von Plocki – Cuento de la escuelita Ser Almas de Luz Tanti.